Diferencias entre costo, precio y valor

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Es muy frecuento que los promotores de un proyecto suelen confundir estos tres conceptos. Evidentemente están íntimamente relacionados, pero en absoluto son iguales. Un caso especial es aquel en el que los tres conceptos coinciden. Veamos con un ejemplo.

Supongamos un promotor que tras varios meses arrancó su idea y que ya tiene un prototipo. Llegado el momento hace una valoración de las horas que ha “echado” en su proyecto. Y las valora a un determinado valor. Adicionalmente suma los gastos en los que ha incurrido para conseguir el prototipo. La suma de todos estos gastos en los que el promotor ha incurrido sería el costo del proyecto. Supongamos que en ese momento el coste total ascendiese a 25.000 euros.

Pero ¿El costo del proyecto en ese momento es el valor del mismo? Pues no necesariamente. Si el promotor comenzara unas negociaciones para captar socios, tendría que dar un precio. Este hecho es crítico para el promotor, por cuanto que, si fuera una empresa, el precio debería de reflejar un cierto beneficio. Así, si el promotor conoce el costo, podría indicar un precio. Esto es, el dinero que valdrían todas las participaciones de la empresa, el 100% de las mismas. Supongamos que el promotor le da el precio a su empresa de 50.000 euros. Le ha incorporado un beneficio, derivado de las expectativas futuras en ese concreto momento.

Como se observa, el precio así obtenido es un arma de dos filos. De un lado refleja el coste real. Pero de otro lado fija en dicho momento las expectativas que el promotor considera. Las cuales pueden ser muchas o pocas, optimistas o pesimistas. El precio, por lo tanto, es subjetivo, siendo distinto para promotores de un mismo proyecto. Y dadas las distintas expectativas del mismo

Pero ¿Y el valor? El valor está relacionado con lo que un tercero, ajeno al proyecto estaría dispuesto a pagar por el mismo. Y como ya se intuye, el valor refleja las expectativas del que pretende adquirir.

Y aquí es donde normalmente aparece el problema. Ya que, por un lado, los promotores del proyecto anterior ha puesto un precio. Y por otro lado, el inversor, tras el análisis del proyecto, estima sus expectativas,  y con ello establece el valor para él. Se producirá acuerdo si el valor del proyecto es superior o igual para el inversor que para los promotores. Y no se producirá si el valor de los promotores es superior a las expectativas del inversor.

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En la práctica, los promotores dan un precio, normalmente superior al valor que un inversor está dispuesto a pagar. Y muy frecuentemente el precio es muy superior. Y tampoco es infrecuente que el valor sea inferior al costo establecido por los promotores. Existen casos de proyectos que siguen una curva “tipo J”, en la que el valor suele descender por debajo de costes. Y es así mientras no se contraste su aceptación en el mercado.

¿Cuál debería de ser el precio de un proyecto? En realidad, lo que un inversor esté dispuesto a pagar por el. Pero un promotor puede aumentar el valor de su proyecto ¿De qué forma? Eligiendo al inversor adecuado. Y esto es bien explicado en la paradoja del diamante y el agua de Adam Smith, y la percepción del valor. Existen distintas escuelas que tratan de explicar la relación entre el valor y el precio. El mayor valor suele obtenerse al encontrar un inversor estratégico. A nuestro juicio, el inversor sigue un modelo fijado por el beneficio que podría obtener.

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